Charlie Watts, los Stones y mi generación le damos las gracias

watts stones

Los Rolling Stones anunciaron a principios de este mes que Watts no formaría parte de la próxima gira “No Filter” de la banda por Estados Unidos después de que se sometió a un procedimiento médico de emergencia no especificado, que los representantes de la banda dijeron que había sido exitoso.

Charlie Watts. Fue el corazón rítmico de los Rolling Stones. A partir de aquella batería minimalista, los guitarristas de su banda, Keith Richards, el barbilampiño Mick Taylor o el bucanero Ron Wood, drogotas todos, mezclan sus cuerdas para que el cóctel queme. De todos los baterías ninguno más fibroso que el tipo al que los incipientes Stones contratan, primeros sesenta, después de renunciar al té del desayuno.

El rubio y enloquecido Brian Jones, el comandante Mick Jagger, el lúbrico Bill Wyman y el resto de la partida suspiraban por los servicios de un tipo que antes de hechizar a 70.000 espectadores habría preferido acompañar a Benny Carter o Billie Holliday en el Kelly’s Stables, cuando la 52 Este de Manhattan convulsionaba como Meca del jazz.

Su amor por el blues de Slim Harpo, Howlin´ Wolf y Muddy Waters, su comprensión casi sobrehumana de las sutiles necesidades de las grandes canciones, lo convirtieron en el hombre necesario.

charlie watts joven

Reservado, digno y elegante, Watts nunca fue tan extravagante, ni en el escenario ni fuera de él, como la mayoría de sus colegas estrellas del rock, y mucho menos como el cantante principal de los Stones, Mick Jagger; se contentaba con ser uno de los mejores bateristas de rock de su generación, tocando con un swing influenciado por el jazz que hizo posible el éxito titánico de la banda. Como dijo el guitarrista de los Stones, Keith Richards, en su autobiografía de 2010, Vida, “Charlie Watts siempre ha sido la cama en la que me acuesto musicalmente”.

Todas las baterías de rock deberían de sonar siempre como las que le grabó Jimmy Miller en «Exile on Main Street», aquella barbaridad rockera, country, gospel y soul que registran en el sur de Francia para evitar el expolio fiscal, y que rematan en L.A. tras empaparse del directo, «Amazing grace», de la reina Aretha.

Mientras la mafia corsa suministraba caballo a «Keef» y Jagger fornifollaba en el trono del mundo con la bellísima Bianca, Watts acudía al sótano de Nellcôte para marcarse unas «jam sessions» telúricas con la matemática facilidad de un maestro del sushi.

Quiso ilustrar cuentos infantiles. Pero terminó en el puente de mando del grupo de rock más abrasivo y sensual. Para su pesar, y nuestra suerte.

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