En marzo de 2002, en el SkyDome de Toronto, más de 68.000 fanáticos presenciaron lo que muchos siguen llamando la mejor lucha en la historia de WrestleMania: Hulk Hogan vs The Rock, un choque de generaciones, estilos y eras que aún resuena en la memoria colectiva del entretenimiento global.

Aunque el combate fue promocionado como “Icon vs Icon”, nadie podía anticipar la magnitud emocional del momento. Hogan, de vuelta en la WWE como el villano Hollywood Hogan, fue recibido con una ovación abrumadora, obligando a The Rock a improvisar su papel y transformar la narrativa del combate en tiempo real. Cada mirada, cada movimiento, fue correspondido con una reacción del público que convirtió el ring en una escena cinematográfica perfecta.

La victoria fue para The Rock, pero la historia fue de Hogan. El cierre con ambos saludándose marcó la transmisión simbólica del legado de la lucha libre moderna. Más allá de la acción, fue storytelling puro: dos íconos representando el pasado y el presente, unidos por un público que se negó a verlos como rivales.

Más de dos décadas después, el combate sigue siendo referente. Cody Rhodes lo ha llamado públicamente “el mejor de todos los tiempos”, y recientemente The Rock rindió homenaje a Hogan tras su fallecimiento, recordando que aquel encuentro fue “uno de los momentos más intensos” de su carrera.

Con más de 1,3 millones de ventas en pay-per-view, WrestleMania X8 consolidó la lucha libre como show business global. Años antes de las redes sociales, el evento ya era viral por mérito propio. Hasta hoy, clips y frases del combate circulan entre nuevas generaciones, manteniendo vivo un momento que trascendió el cuadrilátero.

Cuando el espectáculo es auténtico, el público lo sabe. Hogan y The Rock no solo ofrecieron una lucha: crearon una experiencia que marcó para siempre el ADN del entretenimiento deportivo.